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MAGAZÍN UCRÓNICO DE LA CIENCIA Y TECNOLOGÍA DEL MAÑANA
"Quien pretenda una felicidad y sabiduría constantes,
deberá acomodarse a frecuentes cambios"  CONFUCIO
 
FUTURE ADVENTURES - LOS OCÉANOS DE ÍO - CUARTA PARTE
 
 
Future Adventures
NOVELA CORTA
Io

BREVE SINOPSIS

Estación de Origen: Ío, quinto satélite de Júpiter, usado como lanzadera, aprovechando la fuerza gravitatoria del sistema joviano. Prohibido no mirar.
Estación Destino: Mundo Verde, a 42,3 años-luz de la Tierra. Planeta terraformado parcialmente; paraíso subtropical a distancia sideral.
Viajera: Odisea Lewisburg, periodista treintañera de principios rectilíneos y pensamientos penetrantes. No implantes neuronales, ni siquiera dentales.
Objetivo: Desentrañar el misterio que 'aqueja' al 30% de los colonos, una extraña enfermedad llamada...¡felicidad!
Armas Disponibles: Tozudez en grado sumo, inteligencia oblicua, sexto y séptimos sentidos altamente desarrollados tendentes al 'deja vù'. Belleza intolerable, sonrisa invencible.
Personaje Invitado: Bertrand Russell, filósofo, matemático y premio nobel de literatura 1950.

AVISO LEGAL

"Los Océanos de Ío ",al igual que todos los relatos, microrelatos, cuentos, novelas cortas y novelas de la sección Future Adventures está debidamente registrado, sus derechos de autor protegidos, y su plagio, total o parcial, sin citar nuestra web de Tiempos Futuros, está tipificado como delito. Para cualquier duda al respecto consultar el Aviso Legal.

Los Océanos de Ío

Autor: Voyager (o no)

                        CUARTA PARTE: LA GRAN PREGUNTA A VERDIANOS Y ROBOTS

VI

 La sensación le invadió fulgurante, sin avisar, y se antojó flotando en un mar de endorfinas y encefalinas que le suministraban un intenso placer. Una especie de orgasmo púrpura de la mente, un mirlo blanco en la pléyade de sensaciones que jamás tuvo en la Tierra. Aquello devaluaba a la categoría de caricatura incluso al sentimiento engañoso que le proporcionó el amor, un par de ocasiones “en su vida pasada”. Sí, pero ¿por qué? ¿Qué había cambiado en su cerebro? Las legiones mágicas habían tomado de nuevo la acrópolis de su mente, escalando por los muros fortificados de sus recuerdos y vivencias, y no la abandonarían hasta que entrara la noche, unas diecisiete horas después.

  Los poderosos haces de luz habían despertado a Odisea en su bungalow, pequeño y húmedo a su juicio, aunque confortable, admitía. Otra vez las sábanas empapadas de sudor, a pesar del termostato ajustado a 21 grados centígrados y la pertinente colcha. ¿Pesadillas de nuevo? No recordaba nada, como siempre, pero parecía la teoría más plausible. Sin embargo, por fin se sentía descansada.

 Hoy era su día libre, aunque no sabía si lo iba a disfrutar. Un tsunami de responsabilidad se cernía sobre sus costas. ¡Maldita Pandora!

 Tras asearse vistió con shorts y botas negros, camiseta grana, y marchó con su ingrávido velocípedo adentrándose en la espesura, a través de un cortafuegos forestal. Los trans-eucaliptos y trans-pinos atlánticos jalonaron su senda, escoltándola desde las alturas.  Pronto divisó la Gran Corriente Fluvial, gran arteria que repartía las aguas. Transitó durante un rato paralela a ella y a una macroestructura de paneles fotovoltaicos que se prolongaban decenas de kilómetros al margen de su cauce. También rebasó varios embalses situados anexos a “islas de calor” asfálticas que se extendían como canchas de deportes que nadie nunca practicó, aunque ahora estaban cubiertos para que no “entraran en acción”. La parte inferior del chasis de su vehículo tenía una extraña textura; estaba formado por la quinta forma de materia, un material cerámico especial que convenientemente refrigerado por helio líquido que circulaba por su interior y que creaba un campo magnético que lo despegaba del suelo. Por otro lado decidió que hoy no le apetecía pedalear.

 Necesitaba pensar en soledad para ordenar sus ideas. Le había gustado la idea de Roberto Lee: El “Bertrand Russell virtual” era como el inconsciente colectivo de toda la humanidad, como una brutal base de datos con consciencia de serlo y capacidad de raciocinio, que podría ayudarles en el galimatías en el que se habían metido. ¿Qué habían sacado en claro de la charla que tuvieron “los tres”?
 
 Por lo pronto que el “júbilo matutino” con el que una fracción de los colonos se levantaba podría causar a la larga-¡¡ o ya !!-terribles desequilibrios sociales entre los humanos extrasolares. La sensación con la que ella misma se había despertado de algún modo “recargaba sus pilas”, como la de hidrógeno el aparato con el que gravitaba sobre el suelo, y lo hacía hasta caer el crepúsculo incandescente sobre el Mundo Verde. Esto no debía gustarle a muchos de los “no afortunados” y soliviantar de éstos a los más extremistas, como probablemente los que habían perpetrado el atentado terrorista.

 En ese momento el radar del vehículo le alertó de otro, al parecer en apuros, que se encontraba a siete kilómetros de su posición. Odisea, en cuestión de picosegundos, valoró la situación y su potencial peligrosidad para su integridad. Después indicó vocalmente a su velocípedo que se dirigiera hasta él. La pequeña monoplaza viró a la derecha, a la altura de una colosal depuradora de aguas por osmosis inversa que se erguía desafiante, y se adentró por un estrecho sendero por el interior de la espesura.  En el trayecto envió desde su terminal de telecomunicaciones portátil sendos mensajes, a Roberto Lee y a las autoridades, para que les constara lo ocurrido y sus geocoordenadas. Tras serpentear un breve espacio de tiempo, a velocidad de vértigo, parecía que había llegado. El microprocesador que digería los datos que le suministraba el sónar, generando nanovariaciones en el rumbo para sortear los obstáculos, realizó su trabajo a la perfección. El fabricante de ese modelo concreto se jactaba en su publicidad que era imposible una colisión. “Sí, como el Titánic: insumergible…, y luego…” La chica no se fiaba demasiado de la tecnología. “Nihilista digito-cuántica” le había llamado un catedrático de periodismo en sus años de estudiante.

 

-Buenos días, ¿qué ha pasado?-Odisea preguntó a un hombre, de mediana edad y bien vestido, que se hallaba al margen de un riachuelo, bajo el abrigo de las sombras de las hojas de los eucaliptos, y al que su transporte parecía haberle dejado literalmente en la cuneta. El accidentado, quizás un ejecutivo-pensó ella por su indumentaria-agachado sobre la máquina, dio un respingo al no oír llegar a la periodista. Parece que trataba sin demasiado éxito arreglar su vieja aeronave y sangraba a través de una lacerante herida de su frente.

-¡¡Maldita sea!! Este maldito trasto casi me mata y usted ha estado a punto de rematarme, pero de un infarto de miocardio.-Su cuidado acento revelaba una perfecta educación, quizás en una universidad para niños ricos. La experiencia de Odisea y su fino olfato, a pesar de su juventud, le permitía hilar tan fino; y no solía equivocarse en las distancias cortas, en la primera impresión-Parece que ha sido el sistema eléctrico. No tendrá unas pinzas y sabrá hacer un puente con ellas, ¿verdad?

-No, pero sí un botiquín muy majo que voy a usar ahora mismo. Además, su cacharro es neolítico comparado con mi flamante joyita así que una transferencia energética sólo terminaría de chamuscarlo: funcionan a diferente voltaje. Que el mío ha ido a un colegio bien y no le dejo mezclarse con chusma, vamos. Me refiero a esa media tonelada de chatarra, no a usted, entiéndame.

-Ah, es usted una de las “nuevas”,… entiendo.-Respondió sin curvar la comisura de sus labios hacia arriba ni un ángstrom. Parecía morder despectivamente las palabras sin concesiones a la cortesía que, aunque fuera por las circunstancias, obligaba.-No tengo tiempo para eso. Tengo que estar en una reunión en la ciudad dentro de cuarto de hora.

 Entonces Odisea Lewisburg bajose del aparato, y se dirigió hacia el desconocido armada con un desinfectante y gasas que extrajo de la cajita de emergencias.

-No estoy comatoso, sólo enfurecido. Le he dicho que…

-¡¡ Cállese y manténgase agachado !! Parece alto y debo curarle la frente. Si es un niño bueno y cierra la boca en diez minutos estará usted en su maldita reunión. Yo le llevaré.

  El hombre, quizás impresionado por la vehemencia de la chica, calló y se mantuvo inmóvil pero con una tensa docilidad contenida. Mientras ella le curaba observó un poco más sus facciones, duras, mandíbula cuadrada, manos inmensas que poseían unos enormes dedos que ahora tamborileaban sobre un trans-pino, como para canalizar al exterior su cólera interior. Si la cura duraba medio minuto más el árbol cedería. Quizás ella se estaba arriesgando demasiado…

-Tranquilícese. Acumula tanta energía que podría, debidamente canalizada, resucitar a su vehículo. Lo que no le cuento es dónde le conectaría a usted los bornes.

 

  En ocho minutos llegaron al corazón de la city, y concretamente a la Plaza Sagan, bien nutrida de gente aquella mañana, y situada a tan sólo dos manzanas del siniestrado Instituto Politécnico de Prevención de Pandemias. Al trajeado ejecutivo, una vez descendido del vehículo, no le quedó más remedio que susurrar un lacónico…:

-Gracias.

-¿Cómo dice?-Ella se estaba divirtiendo. Entonces bajó su verde mirada y, palpándose sus bolsillos añadió:-Perdone pero me he dejado el radiotelescopio en los otros pantalones, por lo que hoy no puedo captar radiofrecuencias ni ultrasonidos.

-¡He dicho que gracias!-Y la miró con unos ojos asesinos.-Acto seguido se volvió arrogante hacia el edificio de oficinas, pero ella le detuvo con una carga de profundidad semántica, debidamente orientada a su línea de flotación emocional:

-Antes de irse, dígame, ¿por qué piensa que no es feliz? Parece que tiene un gran trabajo, su aspecto revela buena salud, puede que tenga un puñado de amigos y familiares. Su anillo en el anular indica que tiene amor o algún día lo tuvo:

-¿Cómo?-Preguntó el hombre incrédulo. ¿Cómo se atreve…? Usted no tiene ni idea de quién soy yo. Váyase usted…-pero el resto de su frase pareció ser absorbida por la sonrisa de ella, antes incluso de salir de sus labios.

-Me lo debe, admítalo. Todavía tiene unos minutos para contestarme. No piense que me quiero regodear en su desgracia: Soy periodista y estoy haciendo un estudio…

-Sé quién es, señorita doña Nadie Lewisburg-Entonces fue él quién sorprendió a la periodista.-Desde sus profundos ojos negros bramó:-Bueno, ¿Qué importa ya? Es cierto que tengo todas esas cosas, con sus matices, claro. Le diré que, a pesar de todo eso, no soy feliz porque siento odio hacia muchas cosas empezando por mí mismo, porque acumulo miedos inconfesables que me atenazan y me limitan, porque no me siento querido, porque mi trabajo es espantosamente estresante, porque la diferencia de las expectativas que tenía depositadas en este planetucho y la realidad son abrumadoras-por lo negativo, claro,- y porque las fuentes a través de las cuales intento ser feliz son efímeras. ¿Contenta?

* * *

…Ahora ya lo tenía todo claro ¿Como podía haber dudado en cualquier momento? Durante sus reflexiones, los sucesos que no se habían adaptado a su concepción universal fueron interpretados por B-19 como aberraciones de irrelevante importancia. Si alguna pieza no encajaba en el rompecabezas por él creado se trataba, sin lugar a dudas, por un defecto de la pieza, no de su teoría…

 
…B-19 hubiera fruncido el entrecejo si tuviera uno para hacerlo. Se extrañó de ver a lo lejos la nave acercándose a la superficie, pero rápidamente adaptó los acontecimientos a La Verdad Universal. Hacía mucho tiempo que apenas se movía y tuvo que hacer un esfuerzo para acercarse al lugar de aterrizaje…

…Acababan de ajustarse los trajes que les protegerían durante unas horas de la radiación ultravioleta. La tenue atmósfera artificial detectada era demasiado endeble para detener la acción de los rayos cósmicos. El Explorador varón miró a su compañera con expresión dubitativa…

-¿…Estás completamente segura que las coordenadas son correctas? Este mundo, según los archivos, no debía ser más que un pedazo de roca…

-Estamos aquí para averiguarlo. Quizá un equipo Terraformador de Robots estuvo aquí hace tiempo. Sé que este planeta está fuera de toda ruta conocida. Si no hubiese llegado aquí el equipo...¿de donde habían salido todos los animales y la incipiente vegetación de este mundo? Unos y otros, evidentemente eran transgénicos, para soportar las duras condiciones de ese planeta.  Quizás algunos venían también en la nave, o en el cargamento que desembarcó por error en este mundo, en algún compartimiento estanco y con biosoporte autónomo propio. Respecto a la tenue atmósfera. Es cómo si la acción de organismos extremófilos esparcidos por un rudimentario Procesador hubiera absorbido el dióxido de carbono y el óxido nitroso, descendiendo la temperatura en la superficie y generando moléculas orgánicas.

-Tienes razón. Desde el aire me pareció ver una estructura artificial.-el hombre añadió con un vago gesto direccional- Hacia allí es donde me pareció observarla.

Ambos montaron en su Desplazador y marcharon hacia el lugar. En el camino, la joven mujer preguntó a su compañero:

-Hay algo que no entiendo. ¿Por qué un planeta terraformado no ha sido debidamente colonizado? Si aún no está aclimatado del todo, teníamos que habernos encontrado decenas, incluso centenares de robots. No lo entiendo.

* * *

VII

 Volvió a sumergirse en la masa arbórea de ese mundo a bordo de su velocípedo, con la intención de encontrar respuestas. A falta de un amable oráculo, …quizás las encontrara … debajo de un canto de coralina…, pensó. Aceleró y aceleró hasta alcanzar el límite de la región fértil.  Más allá, los robots-zapadores removían las tierras reblandecidas por las lluvias y comenzaban a construir infraestructuras para una futura expansión. El aire era fresco todavía a esa hora de la mañana y olía a madera y a aloe, a alcanfor y a flores recién cortadas. Sin embargo, a pesar de ese regalo impagable-y quizá por oposición Odisea-echó de menos en ese instante al mar, sus galernas y vorágines, sus playas rectilíneas, sus ondas de plata al atardecer, sus oscuros abismos infinitos; en verdad lo único que echaba en falta de la Tierra era eso.

 La periodista estaba sorprendida por la elocuencia de aquel hombre, tras su hermetismo inicial. Parecía una olla a presión a punto de estallar… y ella fue la detonante de esa explosión a quemarropa… de duras palabras. Ella estaba tan obsesionada con desenmarañar el misterio que ocupaba su mente las treinta y seis horas de los días verdianos. Por cierto, ¿qué es lo que hacía un ejecutivo en medio del bosque? Pues quizás lo mismo que ella, encontrarse consigo mismo, encontrar respuestas.

  Ascendió por una enorme loma que, una vez coronada, daba paso a un valle inmenso. Cuatro colosales Molinos Atmosféricos ubicados en sus vértices presidían la depresión. Estaban destinados gobernar el flujo de los vientos con la misión de crear un microclima benigno. Desde allí divisó algo en la lejanía que le extrañó sobremanera: un labriego, faenando. Se trataba de una enorme plantación monovarietal de kiwis-obviamente transgénicos-que se extendía por lo menos varias hectáreas.

 En las colonias se practicaba la denominada agricultura biológica u orgánica, que rechazaba el uso de fertilizantes sintéticos o cualquier producto químico “no natural” para regular el crecimiento de la cosecha. De hecho una montaña de estiércol, procedente probablemente de alguna de las granjas circundantes, “perfumaba” la plantación en grado sumo. Los insecticidas o bioinsecticidas en Mundo Verde eran completamente innecesarios; el gremio estaba aliviado de la gran lacra que durante siglos azotó al planeta matriz, que no fue otra que las plagas que destruían los cultivos. La finca era redonda y estaba dividida en sectores circulares. Estos alternaban el fruto con sectores cubiertos de unos plásticos blancos que ella interpretó como un “auto-barbecho”; supuso que la medida estaba orientada a que descansaran la tierra del mismo producto que llegaría a esquilmar la riqueza del sustrato.

  El trabajador, por esteriotipado, parecía salido de su propia definición en el diccionario. Desde dentro de su peto azul y debajo de su sombrero de paja le obsequió con una sonrisa, dejando una anacrónica azada sobre un surco.

-Buenos días, señorita Lewisburg.-¡Dios mío!, pensó la aludida.- Es como si la conociera de toda la vida. ¿Cuántas veces le han dicho que está más gorda en la holovisión?-Decididamente era imposible andar de incógnito en esa mini-sociedad de pitiminí. Aquel planeta parecía su barrio. Ella se puso la mejor de sus sonrisas y habló:

-Buenos días. ¿Es usted real o simplemente un holograma simpático? Le aseguro que hoy en día éstos pueden parecer muy reales. ¿Es esto un museo al aire libre o necesito que alguien me pellizque el culo para despertarme? Conteste primero a la pregunta que le de la gana-Cuando Odisea descendió de su monoplaza y se acercó penetrando a través de la invisible nube hedionda, comprobó que el hombre-o la imagen tridimensional-era estrábico y su semblante, digamos que… muy alejado de los cánones clásicos ideales. Con un ojo miraba a M-31 y con el otro a Betelgeuse.

-Bueno, si no soy real supongo que lo hubieran percibido estos kiwis-trans que cosecho. Y de momento no tengo queja, ja ja ja.-Y volviéndose hacia los frutos que colgaban de verdes ramas de hojas grandes, ancladas en lo alto con dos varas en forma de aspa-, ¿eh, chicos?. Ja ja ja. Por cierto, ¿Quiere una cesta?-

-¿Por qué no? Pero dígame, ahora en serio y, por favor, no se ofenda: Que yo sepa no estamos en el siglo XX pues no recuerdo haber atravesado ningún bucle temporal. ¿Qué diablos hace realizando un trabajo que pueden desarrollar más rápido, barato y eficazmente unos robots?-El agricultor, al contrario que el esquivo hombre del vehículo averiado, parecía locuaz nada más conocerle, regalo impagable para un periodista: le exprimiría sin contemplaciones.

-¿Por qué me gusta hacerlo? En la Tierra abandoné mi trabajo de funcionario gris. No me gusta ese color. Llegué a Mundo Verde hace unos años con unos ahorrillos obtenidos al vender mis escasas posesiones en la Tierra, y eso es lo que compré aquí, tierra, pero con minúsculas. Pero es mi reino y yo su señor feudal. ¡Bienvenida a “kiwoland”!, ja ja ja. El kiwi es el centro de mi existencia. Toda mi vida orbita en torno al Actinidia chinensis, que al parecer es su nombre científico de la planta original, la no modificada genéticamente. Eso es lo que leí una vez. Un día me haré una herida y comprobaré que por debajo de mi piel soy verde.

-Bien, no sé si soportaré más tiempo este hedor nauseabundo y sus chistes pésimos pero haré un esfuerzo porque, además de peste, usted irradia algo que me interesa…Le diré que, precisamente, la semana pasada entrevisté algunos de sus compañeros y me manifestaron su descontento con el régimen de precipitaciones impuesto desde el Instituto Meteorológico de PegasusGreen. ¿No está enfadado? Ah, y me temo que sus compañeros tenían más poder feudal que usted, administrando el látigo a sus vasallos, las máquinas. Es usted un Señor de tercera división.

-Gracias: Siempre me gustaron las categorías modestas,  mucho más auténticas. ¿Sacará mi declaración en algún reportaje por holovisión?

-Me temo que no, señor…-el labriego pareció decepcionado durante un segundo, arrugando su fea nariz, pero acto seguido recuperó su sonrisa y dijo:

-Matías, simplemente Matías. No quiero que cambie de opinión, difunda lo hablado y me convierta en un personaje de fama interplanetaria. Entenderá que prefiera permanecer en el anonimato, ja ja ja.-“Increíble”, pensó la chica. “Su optimismo incombustible le hace reírse hasta de su sombra”.-Entonces frunció el ceño acentuando sus ya muy asimétricas facciones, como rebuscando entre sus circunvoluciones cerebrales la pregunta de Lewisburg. Sus facciones volvieron a su ser cuando pareció encontrarla.-¿Enfadado? ¿Molesto? No, que va. Entiendo que los técnicos que administran las lluvias sabrán lo que se hacen. Cuando a mí me perjudiquen-y señaló distraídamente, como de soslayo, una parte de la finca anegada- beneficiarán a otros.-Después bostezó aparatosamente desorbitando más todavía su camaleónico mirar. El glamour no era lo suyo, pensó ella antes de decir:

-He de informarle que desde hace siglos ya no se santifica a nadie, que yo sepa, así que no se porque se empeña en hacer méritos. ¿No me diga que es usted uno de esos tipos a los que es imposible cabrear? En menos de cinco minutos le he llamado-y lo he hecho completamente adrede-, holograma, pieza de museo, maloliente, Señor de pacotilla, chistosillo, etcétera, y es como si todos esos improperios hubieran rebotado en un campo de fuerza invisible. Y ahora tiene la oportunidad de despellejar dialécticamente a esos gerifaltes de las aguas que han ensopado sus queridísimos frutos marrones… y encima les piropea.

-Si se queda más a gusto me pongo a insultar a diestro y siniestro aunque, le admito, me tendría que pensar un poco los improperios. Ando desentrenado.-El hortelano no perdía su sonrisa ni por casualidad. Odisea Lewisburg no iba a desaprovechar semejante carnaza así que desplegó sus naves de guerra en formación en ‘V’ y ordenó un ataque en toda regla:

-¿Casado? ¿Pareja?

-No. Nunca. Al parecer, las mujeres y yo nunca hablamos en la misma longitud de onda. Más joven realicé mis incursiones en los terrenos del dios Eros, pero en seguida me di cuenta que era pantanosos y, para mi impracticables. Pero mi lema es, “ellas se lo pierden”, ja ja ja.

-¿Obtiene mucho beneficios de la venta de su producción frutícola?-“Una”, pensó la periodista. “Quedan cuatro”. Sospechaba que se encontraba probablemente ante un auténtico ejemplar de homo felixīcis. Ahora su tarea era identificarlo y homologarlo.

-Qué va.-El hombre se rascó la cabeza y añadió:- El gobierno de PegasusGreen sólo recurre a mí cuando se malogran sus cosechas, como dice, totalmente robotizadas; eso sucede rara vez. Entonces paga tarde, mal, ¿nunca? Gano lo mínimo para subsistir, vendiendo a mayoristas privados; y subsistir de forma espartana, no crea, pero es que me gusta vivir así, austeramente. Bienes de primera necesidad, suministros y poco más. Pero no me quejo; mi despensa está suficientemente pertrechada.

-Bien-“Dos”-Entiendo que no tiene familia aquí, ¿verdad? ¿Y amistades?

-Me temo que no, señorita Lewisburg. Vine solo a este planeta y supongo que me iré solo, cuando me llegue la hora. Respecto de los amigos…bueno, el concepto es muy relativo. Conozco a mucha gente con la que me llevo bien pero no creo que a ninguno lo pudiera encuadrar en esa categoría.-Al campesino parecía divertirle la entrevista aunque estuviera revelando los ámbitos más oscuros de su vida.

-Entendido.-“Tres y cuatro”, confirmó la chica. Estaba nerviosa, expectante por la siguiente respuesta ¿Haría el pleno?:-Ahora dígame que su salud no es buena y, entonces, lo pasearé metido en una jaula por todos los planetas colonizados de la galaxia. El cartel que cuelgue de su prisión será algo así como “El tipo más extraño que parió madre alguna”. Y el espécimen más singular de mi bestiario, claro.-Pensó.

-Mi salud es un poco quebradiza, la verdad. Es decir, no muy buena, de veras,… pero le aseguro que no me apetece demasiado lo del numerito entre barrotes. Mi ciática se ha convertido en crónica, aunque he aprendido a vivir con ella; somos íntimas. A mi garganta le sientan fatal los cambios bruscos de temperatura que hay en este planeta y me tiene en cama, con fiebre, semana sí y semana también; curiosamente estos maravillosos frutos de la tierra, mis querubines, están modificados genéticamente para soportar esos acentuados gradientes,… pero su “padre” no. Este poderoso sol me tiene la piel chamuscada, con eccemas de todo tipo, sino algo peor. Algún día tendría que ir al médico, la verdad porque además duermo fatal… Mi brazo izquierdo…

-Por favor, no siga.-“Aja,… ¡y cinco!”-Permítale decirle que está usted bastante cochambroso, su vida personal es lamentable, trabaja entre mierda y no tiene ni un crédito…-En ese momento, Odisea Lewisburg se acercó hasta él e hizo exactamente lo que, hasta ese instante, sólo era una metáfora en su cabeza: Lo cogió de ambos tirantes de su peto y gritó, zarandeándole: ENTONCES, ¿POR QUÉ ES USTED TAN ASQUEROSAMENTE FELIZ?-El eco de sus palabras se propagó por todo el valle desconcertando a los animales que pastaban tranquilamente en las granjas reguladas más cercanas. “ELIZ, ELIZ, ELIZ…”

 Fue ese el primer momento en que el hombre perdió su proverbial sonrisa. Estaba un poco desconcertado y cuando se consiguió liberar de los débiles brazos de la periodista gritó:

-¡Pues no lo sé, la verdad! Lo que sí le puedo decir que en la Tierra no lo era, ciertamente. Se puede decir que allí estaba amargado por mi feo trabajo y mi soledad. Venir a este mundo ha sido milagroso para mi estado de ánimo, que sólo decae cuando llega la noche…-y el hombre volvió a bostezar contagiando a Odisea, como si su mera evocación le hubiera teletransportado a ese estado seminarcoléptico-Pero a dormir y como nuevo al día siguiente.

  ¡Dios mío! Pensó ella: Estoy ante el paradigma, ante el arquetipo de los arquetipos, de la ¿sencillez-¿o simpleza?- humana. Para qué tanta literatura, tanta ciencia, tanta historia, tanto arte. A la mierda los egipcios, los chinos, micénicos, griegos, romanos, bizantinos, merovingios, carolingios, germánicos, franceses,  ingleses, españoles, norteamericanos, los chinos otra vez, los europeos… Nada, toda la cultura humana no vale un pimiento,… en este caso un kiwi. Aja. Entonces Odisea recordó lo que le pasó a ella misma noches atrás, entre nebulosas, que su propia euforia desapareció, como si hubiera dejado en ella de hacer efecto la “droga de la felicidad”. La clave del misterio podía residir en…

¡¡  BOUMMMMMMMMM  !!

 Tras la loma, una ensordecedora explosión en medio del bosque los dejó mudos, de repente. La detonación fue seguida por una apreciable columna de humo, según calculó Odisea Lewisburg, a la altura de la torre polivalente de telecomunicaciones. Era, precisamente, la zona por dónde había recogido hacía un rato al ejecutivo enfurruñado. El agricultor también hizo cábalas y empezó a decir:

-Ha debido ser muy cerca de…-pero las sinapsis entre neuronas en el cerebro de la periodista funcionaban a velocidades relativistas. Interrumpió:

-…Cerca de no.-Miró su terminar portátil de telecomunicaciones. Efectivamente, no tenía cobertura-La Gran Torre Polivalente de Telecomunicaciones del planeta 51 Pegaso C ha volado por los aires. No ha sido un accidente y sé perfectamente quién ha sido el responsable.

* * *

…Ambos montaron en su Desplazador y marcharon hacia el lugar. En el camino, la joven mujer preguntó a su compañero:

-Hay algo que no entiendo. ¿Por qué un planeta terraformado no ha sido debidamente colonizado? Si aún no está aclimatado del todo, teníamos que habernos encontrado decenas, incluso centenares de robots. No lo entiendo.

-Yo tampoco. Esperemos a ver...!Eh! Mira aquello...¿No es un Invernadero? -una estructura surgió ante sus ojos.- Si no me equivoco, el Complejo junto con un reactor de fusión automatizado debe hallarse cerca.

El hombre estaba en lo cierto por lo que no tardaron en encontrarlo. La maquinaria y el Procesador Atmosférico también estaban allí. Caminaron por el las inmediaciones de la estructura  durante unos minutos, protegidos por sus trajes.

-¿Te das cuenta? Solo el Procesador está impecablemente construido. Las demás estructuras están, o bien huecas, o bien "se acaban" bruscamente llegadas a un perímetro límite, por insólito que resulte.

La Exploradora reflexionó unos instantes para después decir:

-Creo saber lo que ha ocurrido. Observa este camino construido de barro. Es poroso y no está armado interiormente, por lo que se destruye al simple contacto.

El hombre comprobó con su bota lo que ella decía para después mirarla atónito.

-¿...y qué significa...?

-¿No lo entiendes? Todo lo aquí construido, a excepción del Procesador, cumple una función visual aunque en absoluto práctica. ¿Quién se tomaría el trabajo de hacer esto si no es un robot? Una máquina que supiera acerca de Recicladores Atmosféricos pero sin un qbit de idea de nada más.

VIII

 Una vez aparcado su velocípedo había tomado un aerotaxi nuclear que la conduciría más velozmente a la redacción de su emisora.

 PegasusGreen se desplegó desde el aire y ante sus retinas con una rotundidad demoledora, con sus edificios cromados trazados con tiralíneas, sus dos catedrales neogóticas emergiendo entre ellos, las autovías geométricas arqueadas en su perímetro como pétalos de una enorme flor. Los anuncios publicitarios deslumbraban su mirada por lo hechizantes, quedando instantáneamente abducida por sus colores de ensueño, porque la transportaban a universos de inimaginables sin moverse del asiento. Lo nuevo galvanizaba lo tradicional, respetándolo, protegiéndolo, abrazándolo. Entonces, a Odisea le recordó a Nagoya, cuarta ciudad del Japón, allá en la vieja Tierra. La sensación era similar aunque aquella podía perfectamente haber dejado de existir. En más de ocho décadas un terremoto, un asteroide aniquilador o, simplemente, el lado más siniestro de la condición humana la podían haber reducido a escombros. Ello le condujo a pensar que nada sabía de la Tierra desde que llegó a Mundo Verde. Ahora sería más difícil todavía con el emisor/receptor de señales, destruido. Al acordarse de su planeta madre y sentirse ingrávida en ese silencioso aerotaxi un pensamiento le invadió: Liberados del yugo de las energías procedentes de los combustibles fósiles de los que fuimos rehenes durante siglos, las colonias usaban una extraordinaria combinación de alternativas-hidrógeno, solar, eólica, nuclear, cuántica. Qué forma más empírica de demostrar al convulso pasado en la Tierra lo estúpido del proceder humano.  Sin embargo, tras el nuevo atentado concluyó que no nos habíamos desprendido del todo, ni mucho menos, de la estupidez de tiempos pretéritos.

 Las imágenes que vertía la pantalla que tenía delante, sobre el respaldo del asiento anterior, corroboraba su deducción inicial: “Un atentado terrorista, el segundo en tres días verdianos, había destruido totalmente el Gran Pináculo Artificial Multivalente, de más de seiscientos metros de altura.”-¡¡Sí, aquel hombre…!!-Exclamó ella en voz alta, por lo que el conductor, -un androide de clase gamma-le contestó en virtud de las órdenes grabadas en lo más profundo de su férrico ser.

-¿Cómo dice, señorita Lewisburg?-el robot, innecesariamente humaniforme, manejaba cualquier situación impertérrito, con modales de lord británico.

-Nada, nada. Hablaba sola. Por favor, abre el canal de la policía.-Y tras el pitido ululante apareció un funcionario uniformado en pantalla, sustituyendo a la torre en llamas que, indefectiblemente, recordaba al suceso histórico acaecido en el Nueva York terrestre a comienzos del siglo XXI. Las víctimas, en esta ocasión, no superarían las dos decenas pero ello no le restaba una brizna de dramatismo al aciago suceso. Transgrediría la ley si no obraba de esa manera, es decir, la de informar de lo sucedido lo antes que le fuera posible. Lejos quedaron los tiempos en los que periodistas retrasaban dicha obligación para conseguir una exclusiva. Hablaría sin ambages:-Muy buenas. Me llamo Odisea Lewisburg y me disponía a decir al androide que me transporta en un aerotaxi que yo misma llevé de vuelta a la ciudad al presunto terrorista, dos metros de altura, facciones poliédricas, traje negro, cruzado, al estilo Neo-Guy Laroche, y que al parecer trabaja en las Oficinas Sagan, al oeste de la ciudad.-El policía habló:

-Buenos días señorita Lewisburg. Comprenderá que tendrá que pasarse por comisaría para realizar su declaración en condiciones.

-Me dirijo primero a la redacción donde trabajo, si no quiero que mi jefe empiece a clavar alfileres en una muñeca sospechosamente parecida a mí.-La aeronave realizó un viraje brusco y, posteriormente, un picado moderado.

-Negativo. Su aerotaxi ya se dirige a la comisaría del Distrito Centro. Pregunte en el mostrador de la entrada por el teniente Ho, que soy yo. Dos cosas: Su superior, el señor Dillon, no hará vudú con usted pues ya está informado, o está siendo informado en estos momentos, así que si le duele la espalda es que su colchón no es lo suficientemente duro.  Si lo cambia y persisten las molestias vaya a un fisioterapeuta, pero no a un exorcista, ni a un chamán. Segunda: El tipo se llama William Novinski y tras dejarle usted en la plaza Sagan, subió por el ascensor hasta la última planta del edificio de oficinas, en el trayecto realizó una llamada que estamos comprobando y, finalmente, bajo noventa pisos en un bello vuelo sin motor, fusionándose contra la estatua de bronce del ex-alcalde  Newton. Ahora forman un todo indivisible. No envidio a los forenses, la verdad.

 Entonces, la chica, cortó la emisión pensativa. Un loco o un grupo organizado, más probablemente. Y mirando al androide conductor:

-Y tú, traidor… Si ya éramos casi íntimos.

-Señorita, siento...
-Cállate. Déjame que sea injusto contigo que para eso eres un saco de chatarra con ojos, lleno de insulsos qbits. Ahora dime, querido, ¿te consideras una máquina feliz?

 Su respuesta iba a poner a Odisea Lewisburg sobre la pista. A la tercera sí que sería la vencida. Tras declarar en comisaría tenía una cita en medio de un bosque precioso, antítesis de la moderna arquitectura funcional de PegasusGreen.

 

* * *

 

-¿No lo entiendes? Todo lo aquí construido, a excepción del Procesador, cumple una función visual aunque en absoluto práctica. ¿Quién se tomaría el trabajo de hacer esto si no es un robot? Una máquina que supiera acerca de Recicladores Atmosféricos pero sin un qbit de idea de nada más.

-! Claro! Por eso solo hay construcciones en un círculo de unos dos kilómetros a la redonda. El diámetro es desconcertantemente exacto.

-...Justo el campo de visión de "nuestro amigo". Se limitó a poner las cosas donde, según su programación, recordaba que debían de estar.

-Eso parece lógico pero entonces, ¿dónde se hallan los otros robots? ¿Donde se encuentra el autor de todo esto?-ambos caminaban comprobando todo a su paso.

-En cuanto a la primera pregunta, se me está ocurriendo algo. ¿Recuerdas que, se cuenta que hace varias centurias se perdieron cinco Naves Terraformadoras? Las computadoras fallaron y la Tierra perdió billones de créditos. La primera fase de una de aquellas misiones debió de aterrizar en este planeta. Por alguna razón que desconozco, algún o algunos robots de la segunda fase, esos a los que aludes, se incluyeron en el cargamento inicial.

-Eso tiene bastante sentido- el Explorador miró a su compañera con la apremiante necesidad de preguntarla.-Bien. ¿Qué me dices entonces de la segunda cuestión? ¿Dónde están los robots?


 

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